sábado, 14 de noviembre de 2020

Cuando 𝒔𝒊́ 𝒔𝒆 𝒗𝒂𝒍𝒆 el efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión tiene su origen en un mito griego, en el que un escultor llamado Pigmalión se enamoró de una de sus creaciones: Galatea. A tal punto llegó su pasión por la escultura que la trataba como si fuera una mujer real, como si estuviera viva. El mito continúa cuando la escultura cobra vida después de un sueño de Pigmalión, por obra de Afrodita, al ver el amor que éste sentía por la estatua, que representaba a la mujer de sus sueños. (Wikipedia)

Tú también has tenido un momento en el que te has enamorado de tu obra. Piénsalo. De una meta, de lo que haces, de un futurible.

Un proyecto, una idea, una propuesta, que te ha desvelado, que te ilusionaba sobremanera, que te arrancaba sonrisas furtivas imaginándolo.

Esos son los buenos. Y se valen.

Cuando estás dibujando aun de lejos el esbozo del borrador de una idea. Cuando se te ocurre por primera vez y en tu cabeza aparece en grande ¿y si…?. Cuando lo verbalizas por primera vez. Cuando te dicen: no sé por qué me da que recordaremos este día.

Cuando encaja lo que se te ocurre con lo que se necesita. Match. Cuando una ocurrencia llega inspirada por el trabajo previo, como suele ser, justo cuando más falta hace. Musa-match. La experiencia es la mejor musa, pero la creatividad y la agilidad mental, arropan cuando el frío de la improductividad arrecia. 

Cuando anotas ideas en una servilleta, en el móvil, en la mano, que no escapen; oye Siri… dices ya medio dormida. Y vislumbras lo que es aún una amalgama de preconceptos. Pero ya te enamoras un poquito.

Cuando le das forma, y preparas lienzo, pincel y colores. Y justo ahí ya sabes que es y será. Y trazas, y los trazos te dibujan a ti, y desfilan definiendo densidades divergentes, y toma forma, y es a la vez idea, objetivo, propósito y solución. Y te encandila su mirada.

Cuando aterrizas, concretas, perfilas, redactas, esculpes, y al fin tiene silueta. Y es bello. Y te imaginas dándole vida. Es el guion de tu siguiente ópera prima, porque cada una es la primera, cada proyecto, cada idea, cada puesta en marcha, es primeriza, novel, tímida pero asertiva, intrépida y descarada. Y te ruborizas, cada vez.

Cuando compartes, comentas, expones. Y recoges miradas, reacciones, aportaciones, sonrisas cómplices, enriquecimiento. Y crece. Cuando materializas y planificas, de dentro a afuera, de afuera hacia dentro. Para crecer más, uno y grupo, una y todas, uno y unión. Y cocrear. Y enamorarse, ya , perdidamente.

Cuando se llama proyecto, taller, programa, jornada, libro, obra, producto, ensayo, exposición, performance, actividad, proyección. Cuando se llama lo que tú quieras. Lo que tú seas, lo que sacas, lo que compartes, lo que ponéis en marcha, lo que se inicia. Cunado cuidas cada detalle, y proyectas la elaboración en holograma, luego el volcado a tangible, luego la secuencia lógica sin perder la locura, y luego el detalle. Y detalle. Y matiz. Y minuciosidad. Y autoexigencia. Y detalle(s). Y Pigmalión.

Cuando Galatea toma vida. Porque sabes que antes del inicio, ya hay mucha vida. Que antes de estar viva, ya era amada. Que esa idea, ya era antes de ser porque fue en ti. Y luego fue. Y ahora es y está, para evolucionar ya fuera de ti, para engendrar, para servir, para mutar y ofrecer luz, para versionar tu visión del mundo al servicio del mundo. Y la amas una vez más. 

Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del Sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos.

-Las metamorfosis, de Ovidio-