Yo una vez también tuve que recordarlo: cuando te dedicas al acompañamiento al empleo, la cosa no va de ti. No eres el protagonista, eres el apuntador. No lo olvides.
Y es que no dejo de ver como se diluyen las fronteras entre el “me apasiona lo que hago” y el “como me apasiona lo que hago, me pongo en el centro para contároslo”. Y es algo necio. De necios. Y peligroso. Un peligro necio.
Es fácil que las personas
profesionales del empleo, nos enamoremos de nuestro curro, es increíblemente
fácil… ¿Cómo no? Pero la cosa es amar lo que haces, como cuando amas desde la
templanza, la perspectiva, el tiempo compartido. Si lo amas desde el
enamoramiento, el impulso, el subidón inicial… lo centrarás en ti: yo me siento,
yo acompaño, yo soy, yo ilumino. Y esto, baby, no va de ti.
Y perder el foco, no es amor.
Perder el foco es olvidar que la verdadera protagonista es la persona que te
mira esperando respuestas que más adelante saldrán de sí misma. La trama
central es el grupo clase al que inspiras, y no tu inspiración. La finalidad es
que se reencuentren con sus objetivos, no darle sentido a tu vida.
Que sus progresos te llenen de
ilusión es absolutamente maravilloso (para ti). No es lo principal, no es el
objetivo, no es ni siquiera importante, aunque sea maravilloso (para ti).
No se puede pedir más que un
profesional apasionado, creyente, entregado, motivado. Espectacular. Pero:
sigue sin ser lo esencial de la historia. Que cuando quieres contar una
historia de éxito, acabas hablando de ti, ¿no te das cuen?
El ego jugando al escondite con
la empatía, siempre (se) hace trampas para ganar, que es perder.
Las personas que acompañas en su
mejora profesional, efectivamente, pueden ser espejos en los que mirarte, pero no
en los que reflejarte, no en los que transferirte, sublimarte, ponderarte.
Eres un medio, nunca un fin. Eres
un vehículo, no un conductor.
Transitas caminos sosteniendo un
farol. No eres el farol, no eres el camino, y, sobre todo, no eres el
caminante. No quieras serlo, que no te deslumbre tu propia candela. Apunta
pallá.
No diseñes acciones que te
encantan, “que te llenan”, que te motiven. Dibuja la utilidad, estás al
servicio de, visualiza la validez, no tu regocijo. Pueden coincidir en tiempo y
espacio buen servicio y autocomplacencia, pero nunca supeditar lo primero a lo
segundo. Por favor, recuérdalo. Recuerda. Esto no va de ti. Ni cuando va de ti.