martes, 20 de junio de 2017

ESTOY VIEJOVEN


Los pequeños grandes maestros que la vida te pone en el camino cada día, que te recuerdan que cuando enseñas también aprendes, aunque dicho aprendizaje signifique evidenciar las diferencias generacionales, muchas veces, para bien.
Foto: Cesar González 


Desde que mi querido grupo cómico-musical “Ojete Calor” (sí, has leído bien) acuñase este término, con ningún otro vocablo, real o inventado, me he identificado tanto en algunos aspectos de mi profesión.

Las personas para las que trabajo desde hace unos años son eso que llamamos “jóvenes en riesgo de exclusión”, que no significa nada más que han nacido en el momento histórico equivocado, o en el lugar erróneo, o ambas, o simplemente que no han tenido las mismas oportunidades que otros sí tuvimos en la etapa infantojuvenil. Total, que de 18 a 29 años, me encuentro maestros de los que aprender de todo tipo. Y esto, amigos, te hace ser enseguida viejoven. Sobre todo en la era del ‘va que vuela’, donde lo de ayer es antiguo y lo de antier, obsolescencia programada radical.

Con esta premisa, paso a contar el listado de particularidades, tanto idiomáticas como de sabiduría popular juvenil, que me llevo en la mochila cada jornada, cada estación, cada año.
Resulta que soy orientadora de personas para las que Twitter cayó en declive hace tiempo, al menos para lo que ellos y ellas lo usaban; Facebook es para viejunos, o para compartir poco más que videos de Cabronazi o frases dudosamente atribuidas a Paulo Coelho y sucedáneos; dicha red social, parece ser también para personas jóvenes pero solteras (emoticono asombro – emoticono asombro – emoticono asombro!!), siendo verbalizado en numerosas ocasiones que una vez que estás en pareja, ‘lo suyo es quitarte de Facebook’. ( <- Esto es muy grave, y mucho más habitual de lo que pensamos, y da para otro post entero, quizá más adelante).
Soy orientadora de generaciones con las que no hace tanto me identificaba en muchas cosas, para quienes Instagram es la ventana al mundo, y acumular megustas en sus fotos es más importante que no haber titulado la ESO. Se lo hemos hecho creer así, no miremos para otro lado. Para quienes SnapChat, que ni siquiera lo pronunciamos bien, ‘es un poco para críos, pero divierte’.
Nadie suele calcular con exactitud la edad real que tengo, porque realmente esta cuadrilla (¡¿cuadrilla?! estoy viejoven…) me contagia su energía e intento mantenerme al día para que la comunicación fluya, pero seamos realistas, me hacen sentir viejoven. A veces se me escapa un “estás en la onda” o “qué buen rollo” y parezco la mujer desactualizada, y es todavía peor. Al menos, esto es verdad, no son “no estás al loro” u “okey makey” que ya son de llorar fuerte.

Y de pronto llegan tarde a una cita de orientación porque en el Parque del Prado de mi ciudad resulta que hay varias PokeParadas, y bichejos de colores, y estaba a punto de abrirse un huevo, y claro, se ha retrasado. Y asientes sonriendo, y al irse buscas todo eso en Google y te pones al día. Al siguiente joven le comentas el tema toda cómplice, y descubres que eso ya se ha pasado de moda. Y así. Pero NUNCA dejas de intentarlo. Nunca dejes, por favor.

Aprendo mil. Aprendo sin parar, y me hacen ejercitar mi agilidad mental. Aprendo que se puede estar “encenagao” en lugar de muy cabreado, que hay “findes que rentan” en lugar de sábados que merecen la pena; Que aderezan sus recuerdos de hace un año en redes sociales con comentarios de “madre mía, qué tiempos”; Que una ardilla podría saltar de hashtag en hashtag en sus estados sin tocar el fondo de pantalla; Que el estampado choni de leopardo, ahora es ‘animal print’ y es trendy, aunque la foto te la hagas poniendo morritos y con el wc al fondo.

Que la necesidad agudiza el ingenio, algo que hemos oído toda la vida, pero que me demuestran sin pudor y con maestría, y que intentamos que enfoquen y apliquen a su vida profesional; Aprendo que si deciden retomar sus estudios, se evidencia que tienen la cabeza mejor amueblada que los suecos aquellos, y sólo necesitaban que alguien se lo recordase y les diese la oportunidad; Que cuando algo les apasiona, ponen el alma, como sólo se pone en esa etapa de la vida, que te desbordas cuando te entregas; Que aman profundamente a sus perros y a sus gatos, que no son mascotas, son familia, y eso, es muy grande; Que les llena de orgullo tener su primer trabajo de fin de semana repartiendo pizzas o conseguir con su esfuerzo y competencias un puesto de cajero de supermercado en la campaña de Navidad, y así poder pagar la luz en casa, esto les emociona hasta el llanto, aunque nunca se lo dirán a su madre…

Si estos no son maestros, no sé cómo llamarles.

Y si no me hicieran sentir viejoven, no sería lo mismo ;)  

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