miércoles, 24 de septiembre de 2025

I.A.CENTRISMO: EL PELIGRO DE PERDER EL FOCO

 

¿Es imprescindible que una profesional del empleo se capacite en el uso de la IA? Sí.

¿Es lo único en lo que debe mantenerse actualizado un orientador u orientadora? No.


Estamos en el momento de más auge de la inteligencia artificial y de cómo aplicarla a las diferentes ocupaciones. Y si alguien debe conocer bien sus posibilidades, es precisamente quien acompaña a otras personas en su proceso de mejora profesional. Porque si orientas, si acompañas, si facilitas que alguien encuentre su sitio en el mundo laboral, conocer las herramientas que te ofrece la IA puede darte recursos útiles para poner al servicio de quien tienes delante.

Digo esto como párrafo de descargo para todo lo que voy a decir a continuación.

Como sabéis, soy prácticamente activista de las competencias digitales en los y las profesionales de la orientación. Así que no hay nada en lo que diré que vaya en contra de mí misma. Pero sí quiero expresar una preocupación: veo una tendencia excesivamente centrada en la IA, y aunque me encanta que la gente se actualice, me preocupa que al centrarse solo en esto, se deje de lado todo lo que paralelamente hay que trabajar cuando usamos herramientas digitales en cualquier ámbito profesional.

Y esto es lo que quiero contaros. Algo de lo que vengo hablando desde hace tiempo: las competencias sociodigitales y la responsabilidad sociodigital.

Ahora mismo veo que las personas que nos dedicamos a acompañar el crecimiento profesional, especialmente orientadoræs y profesionales del acompañamiento al empleo, estamos rodeadas de una tendencia creciente: que todas las corrientes y propuestas están poniendo la centralidad en la inteligencia artificial.

Y creo que esto está generando un efecto peligroso: parece que quienes no ponemos la IA en el centro somos de segundo valor. Y sinceramente, creo que eso es un error.

Yo incorporo la inteligencia artificial en mis propuestas y en mi metodología de intervención, pero como una herramienta más. No le doy centralidad. Y sin embargo, ahora mismo hay una auténtica obsesión por hablar de la IA en orientación. Lo que me preocupa no es que se hable, sino desde dónde y con qué perspectiva se hace, porque en muchos casos parece que se está anteponiendo la herramienta a la persona que orienta, y también a todo lo demás que hacemos en orientación. Y no quiero entrar en temas como "moda" o "monetizar", pero os aseguro que ganas no me faltan. Otro día tal vez.

Sin ninguna duda, la inteligencia artificial está cambiando el mundo como lo conocemos. Creo que nadie puede deducir de mis palabras que opino lo contrario. Pero ponerla en el centro de determinados procesos humanos es, a mi juicio, contraproducente, porque puede impulsar que estemos a su servicio en lugar de que esté ella al nuestro.

Las funciones, tareas y metodologías de quienes nos dedicamos a orientar tienen mucho margen de mejora, de actualización, de transformación. Algunas de esas mejoras pueden hacerse con IA, pero otras muchas no tienen nada que ver con ella. Y eso no significa que estén desfasadas, sino que forman parte de la esencia del trabajo orientador y no deben quedarse atrás ni ser desplazadas.

Creo que ahora, más que nunca, hay que seguir entrenando las capacidades personales y las habilidades de comunicación. Justamente esas son las que muchas profesionales están perdiendo por un uso poco consciente de la IA. Y esto me parece especialmente grave: se está invitando a quienes orientan a usar la inteligencia artificial de formas que pueden mermar sus propias competencias interpersonales. Da igual cómo las llamemos: habilidades blandas, habilidades humanas, competencias clave… Lo importante es que siguen siendo cruciales en cualquier proceso de acompañamiento, y en el mercado laboral actual, muchísimo más.

Porque lo que están pidiendo muchas empresas no son solo personas que sepan manejar herramientas. Están pidiendo personas que sepan escribir un correo, que sepan comunicarse con sus compañeros más allá de los monosílabos, que tengan empatía, que sepan colaborar, trabajar en equipo, cuidar el trato y construir relaciones profesionales sanas.

Y eso no lo entrena la IA. No la parte humana que necesitamos. Lo entrenamos nosotras. Con conciencia y con práctica.

Por eso hablo de competencias sociodigitales, de digital soft skills, de metacompetencias. Porque el entrenamiento en competencias digitales tiene que ir acompañado, inevitable e irrenunciablemente, de unos valores y de unos principios que estén anclados en el humanismo.

Si no los tenemos en cuenta, todo lo que conseguimos potenciar con la IA no tiene ningún sentido.


PD: Al terminar el post, busco un título y sólo me viene a la cabeza el término "IAcentrismo". Al buscar sobre el mismo, encuentro este pedazo de artículo de Alexandra Ruíz Martínez que no puedes dejar de leer: El amanecer del "IAcentrismo": redefiniendo la humanidad en la era de la Inteligencia Artificial

domingo, 21 de septiembre de 2025

Metacompetencias: las raíces invisibles del futuro laboral, la orientación y lo sociodigital

 

Cada vez que algo cambia en nuestro trabajo, buscamos respuestas técnicas: otra herramienta, otra formación, otra estrategia. Pero con el tiempo descubrimos que lo que más necesitamos no está en los manuales. Está en nosotras y nosotros: en cómo pensamos, cómo sentimos, cómo decidimos. Está en las raíces invisibles que sostienen todo lo demás. Esas raíces tienen nombre: metacompetencias.

 


¿Qué son las metacompetencias?

Las metacompetencias son capacidades de orden superior que no se limitan a una tarea concreta ni a un contexto específico, sino que actúan como habilidades raíz que permiten activar, combinar y renovar otras competencias. Son, en cierto modo, el “sistema operativo” de la persona trabajadora: no se ven en la superficie, pero determinan cómo se aplican los conocimientos, cómo se gestionan las emociones y cómo se afrontan los cambios.

A diferencia de las competencias técnicas (que caducan con rapidez cuando la tecnología o los procesos evolucionan), las metacompetencias trascienden lo técnico y lo ocupacional. Sirven para aprender a aprender, para adaptarse a lo desconocido, para integrar lo emocional con lo racional, y para sostener un propósito que dé sentido al desempeño.

Podemos entenderlas como un sistema radicular invisible: no producen frutos directamente, pero hacen posible que crezcan todas las demás competencias. Sin ellas, el árbol profesional se marchita en cuanto cambia el clima; con ellas, es capaz de reinventarse, florecer en nuevos terrenos y resistir incluso los entornos más volátiles.


Metacompetencias en el ámbito laboral

El mercado laboral de hoy exige mucho más que conocimientos específicos. Pide personas capaces de adaptarse cuando cambian las condiciones, analizar situaciones complejas sin perder la visión global, aprender y desaprender de manera continua, gestionar el autocontrol ante la presión, planificar y tomar decisiones asumiendo consecuencias, trabajar en equipo y dirigir con propósito. Sin estas raíces, la técnica se vuelve obsoleta demasiado rápido.


Metacompetencias en el acompañamiento al empleo

La orientación no es solo enseñar a usar portales de empleo. Es acompañar biografías marcadas por la incertidumbre y la fragilidad. Para ello, las metacompetencias son brújula: escuchar activamente y comunicar con claridad, tener visión estratégica y consciencia organizativa, acompañar con resiliencia, propósito y ética, y fomentar la autonomía y la iniciativa en las personas orientadas. Una buena orientadora no solo transfiere conocimientos, sino que activa capacidades invisibles que la persona ya tiene, pero no sabe que posee.

 

Metacompetencias en la responsabilidad sociodigital

La digitalización ha traído un bosque de herramientas, plataformas y entornos, pero no basta con aprender a movernos entre ellas: lo esencial es cómo asumimos la responsabilidad de habitar lo digital. Las metacompetencias actúan aquí como raíces profundas que nos permiten sostener un uso crítico, consciente y ético de la tecnología.

Autonomía y autoorganización para filtrar información sin caer en la saturación.
Pensamiento crítico para comprender cómo los algoritmos modelan nuestra visión del mundo.
Comunicación responsable para cuidar la huella digital que dejamos y las conexiones que generamos.
Creatividad con propósito para innovar de forma que sume y no excluya.
Visión de futuro para recordar que lo digital debe ampliar derechos y oportunidades, nunca limitarlos.

En este sentido, las metacompetencias son el antídoto frente al “digitaleo” vacío: nos recuerdan que lo importante no es la herramienta, sino el criterio, y que la verdadera transformación digital sólo florece cuando está enraizada en responsabilidad social y humana.

 

Las 15 metacompetencias clave

(A partir de Martínez Moreno, 2006)

  1. Adaptabilidad / flexibilidad - Ajustar rutinas, itinerarios y herramientas a nuevos escenarios.
  2. Análisis de situaciones - Entender problemas complejos sin perder la visión global.
  3. Aprendizaje - Incorporar y desaprender contenidos de forma constante (learnability).
  4. Autocontrol - Gestionar emociones y presión en entornos críticos.
  5. Autonomía / autoorganización - Gestionar tiempos, recursos y prioridades con independencia.
  6. Comunicación interpersonal - Escuchar, transmitir con claridad y generar vínculos.
  7. Consciencia organizativa - Comprender cómo cada decisión impacta en el conjunto.
  8. Dirección de equipos - Liderar con propósito, equilibrando autonomía y responsabilidad.
  9. Iniciativa - Anticiparse a problemas y proponer mejoras.
  10. Innovación / creatividad - Buscar soluciones no convencionales y viables.
  11. Orientación al cliente - Poner en el centro a quien recibe el servicio, interno o externo.
  12. Planificación - Establecer objetivos, recursos y secuencias para lograr resultados.
  13. Toma de decisiones / resolución - Afrontar problemas y asumir consecuencias.
  14. Trabajo en equipo - Cooperar y compartir responsabilidades más allá de intereses individuales.
  15. Visión / sentido de propósito - Mantener el para qué de lo que hacemos en cualquier circunstancia.

 

De 2006 a 2025: la vigencia y evolución de las metacompetencias

 

Un origen pre-digital

En 2006, Ángel Martínez Moreno recopiló y definió un diccionario de quince metacompetencias en un contexto donde la digitalización todavía no había transformado radicalmente el mundo laboral. Internet ya estaba presente, pero no existían aún las redes sociales como palanca profesional, el trabajo remoto era marginal y la inteligencia artificial no formaba parte del vocabulario cotidiano.

 

Lo que permanece: raíces que no caducan

Casi veinte años después, sorprende comprobar cómo esas raíces se mantienen vigentes. Lejos de quedar obsoletas, se han vuelto aún más críticas en un mercado marcado por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad (VUCA). Hoy, la adaptabilidad es clave para moverse en sectores que cambian a un ritmo vertiginoso; la comunicación interpersonal sigue siendo indispensable para generar confianza en entornos híbridos; y la visión de propósito se ha convertido en brújula en tiempos donde el trabajo corre el riesgo de perder sentido.

 

Lo que cambia: el terreno donde crecen

La esencia de las metacompetencias permanece, pero el terreno en el que deben desarrollarse ha cambiado radicalmente. El trabajo híbrido, la globalización, el impacto de la inteligencia artificial y la centralidad de lo digital no han creado nuevas competencias de la nada: han revestido de actualidad a las ya existentes, dotándolas de nuevos matices y nombres.

• “Aprendizaje” ahora se llama learnability, para destacar la capacidad de aprender de manera continua, autónoma y en entornos digitales.
• “Autocontrol” se reformula como resiliencia y autogestión emocional.
• “Consciencia organizativa” se traduce en pensamiento sistémico.
• “Comunicación interpersonal” incluye hoy la competencia comunicativa digital y la gestión ética de la huella online.

 

Nuevas narrativas, mismo sustrato

La literatura más reciente sobre el futuro del trabajo confirma este giro terminológico. Se habla de meta-skills, power skills o incluso competencias exponenciales para designar, en el fondo, lo mismo que en 2006 ya se intuía: habilidades de segundo orden que sostienen a todas las demás. La diferencia no está en el concepto, sino en el énfasis.

 

Una resignificación necesaria

En definitiva, no hemos sustituido aquellas metacompetencias iniciales: las hemos resignificado. Siguen siendo las raíces invisibles, pero ahora crecen en un terreno atravesado por algoritmos, inteligencia artificial, conectividad global y desafíos éticos inéditos.

 

Metacompetencias y power skills: dos caras de la misma raíz

En los últimos años ha cobrado fuerza otro término que mencionaba en mi post anterior: las power skills. Con él se hace referencia a esas habilidades que marcan la diferencia en entornos laborales líquidos, aquellas que antes se llamaban soft skills pero que hoy se reconocen como el verdadero motor del desempeño. En realidad, no estamos hablando de dimensiones distintas, sino de dos formas de nombrar un mismo fenómeno.

Las metacompetencias, tal como fueron planteadas en 2006, ya integraban capacidades como la comunicación, la adaptabilidad, la resiliencia o el liderazgo. Lo que el concepto de power skills aporta es un cambio de narrativa: subraya que no son blandas ni secundarias, sino poderosas y determinantes para la empleabilidad y el éxito profesional.

Así, mientras que el término “metacompetencia” enfatiza su carácter transversal y de segundo orden (habilidades que sostienen a todas las demás), el término “power skills” pone el foco en su valor estratégico dentro de las organizaciones.

 

El puente con las competencias sociodigitales

Todo este recorrido conecta de forma directa con el corazón de mi modelo de intervención: las competencias sociodigitales. Porque lo digital no se sostiene sin lo humano, y lo humano hoy no puede pensarse al margen de lo digital.

Las metacompetencias son la base sobre la que se edifica cualquier uso transformador de la tecnología:

sin adaptabilidad, la digitalización se convierte en un muro;
sin pensamiento crítico, la IA se vuelve una caja negra que decidimos aceptar sin cuestionar;
sin comunicación responsable, la huella digital se convierte en ruido o en riesgo.

Por eso sostengo que las competencias sociodigitales no son un apéndice, sino el ecosistema natural donde las metacompetencias se actualizan y cobran sentido. Aprender a aprender se transforma en learnability digital, la iniciativa en exploración creativa de nuevas herramientas, y la visión de propósito en criterio ético para decidir qué plataformas usar y con qué fines.

En este terreno híbrido, lo profesional, lo social y lo tecnológico se entrelazan, y ahí es donde las metacompetencias muestran toda su fuerza: no como un listado de habilidades abstractas, sino como raíces vivas que permiten que lo digital florezca con propósito, inclusión y humanidad.

 

Raíces invisibles, frutos visibles

Las metacompetencias son ese humus fértil que permite que cualquier competencia técnica dé fruto.

En el ámbito laboral, sostienen la capacidad de adaptarse a un mercado líquido.
En la orientación, permiten acompañar con humanidad y estrategia.
En la responsabilidad sociodigital, nos devuelven la mirada crítica y ética.

Invertir en metacompetencias es invertir en raíces. Y cuando las raíces son profundas, ningún viento arranca el árbol.

 

domingo, 14 de septiembre de 2025

POWER SKILLS VS METACOMPETENCIAS

En el mundo laboral nos encanta inventar etiquetas. A veces cambian las palabras, otras veces cambia la profundidad de lo que nombramos. Y entre tanto, vamos acumulando anglicismos que, seamos sinceros, nos tienen un poco hasta las narices.

Hoy se habla mucho de power skills, pero ¿sabemos realmente qué diferencia hay entre ellas, las viejas soft skills y las llamadas metacompetencias? Vamos por partes.




1. De soft skills a power skills: un cambio de etiqueta (y de estatus)

Las soft skills o habilidades blandas nacieron para designar todo aquello que no era técnico: la comunicación, el trabajo en equipo, la empatía, la negociación, el liderazgo situacional. Durante años quedaron en un segundo plano frente a las hard skills, como si fueran menos serias o valiosas.

Con el tiempo, ese nombre se volvió incómodo: lo de “blandas” sonaba débil, poco relevante. Y así apareció el término power skills: el mismo contenido, pero con un nuevo envoltorio. Ahora eran las habilidades más determinantes para el rendimiento, la innovación y el liderazgo. El rebranding no cambió tanto la lista de competencias, pero sí el relato: pasaron de ser secundarias a presentarse como palancas estratégicas en la empresa.

 

2. ¿Dónde encajan las metacompetencias?

Aquí entra en escena otro concepto, que no surge del marketing organizacional sino de marcos formativos y psicológicos: las metacompetencias.

Se trata de capacidades de orden superior, de segundo nivel, que orquestan cómo aprendemos, decidimos, nos autorregulamos y transferimos lo aprendido a nuevos contextos. Si las soft o power skills son lo que vemos -la presentación efectiva, la capacidad de negociar, el trabajo en equipo-, las metacompetencias son el sistema operativo invisible que lo hace posible.

Actúan sobre procesos metacognitivos y autorregulatorios como la learnability, el pensamiento crítico, la capacidad de desaprender o la autogestión emocional. Operan de manera transversal y transferible, habilitando el salto entre roles y tareas. Y, además, incorporan algo fundamental: una dimensión ética y de propósito, que también hoy se traduce en responsabilidad sociodigital.

Un ejemplo sencillo: “hablar en público” (soft/power) es la habilidad observable. Pero lo que la sostiene son metacompetencias como la autoconciencia, la regulación emocional, el pensamiento crítico para seleccionar ideas y la learnability para mejorar con cada feedback.

 

3. ¿Se solapan? Sí. ¿Son equivalentes? No.

Imaginemos tres círculos que se cruzan:

  • Soft skills: comportamientos interpersonales y de colaboración (dar feedback, negociar, contar una idea con claridad).
  • Power skills: lo mismo, pero resaltado como palanca de valor organizacional (impacto en resultados, innovación, liderazgo).
  • Metacompetencias: el sustrato invisible que hace posibles esas habilidades (aprender a aprender, adaptabilidad, pensamiento sistémico, ética, autogestión).

En el centro hay zonas de solapamiento: la adaptabilidad o la resolución de problemas aparecen en los tres listados.

Pero también hay zonas diferenciales:

  • Metacompetencias aportan aquello que no está en la superficie: learnability, desaprendizaje, pensamiento sistémico, propósito, ética, autorregulación profunda.
  • Soft/power skills incluyen destrezas aplicadas más concretas: storytelling, networking, presentación en público, negociación.

 

4. Por qué importa distinguirlos (más allá de la semántica)

La diferencia no es un simple juego de palabras. Tiene consecuencias prácticas.


  • En formación: trabajar solo soft/power skills mejora la superficie (presentar mejor), pero no el motor (aprender más rápido, decidir con criterio, adaptarse a otro rol).

  • En orientación laboral: las metacompetencias son las que explican la empleabilidad sostenida, la capacidad de gestionar transiciones, re-aprender y mantener un propósito.

  • En la responsabilidad sociodigital: sin metacompetencias (criterio, ética, pensamiento crítico), las power skills se quedan en cosmética. Comunicaremos muy bien... incluso mensajes sin fundamento.


5. Dos ejemplos rápidos

  • Caso A (brillo sin raíz): alguien domina “presentaciones efectivas” (soft/power), pero sin pensamiento crítico ni learnability repite un mensaje vistoso y errado cuando cambia el contexto. Brilla... y se estrella.
  • Caso B (raíz que multiplica): alguien con alta learnability y autorregulación emocional aprende una herramienta nueva en días, reestructura el relato con datos y ajusta la propuesta al público. Tal vez no tenga el “show” perfecto, pero logra el objetivo y mejora proyecto tras proyecto.

6. ¿Y en castellano qué?

Power skills, Feedback, Learnability, Soft Skills, Storytelling, Networking,…

Si buscamos rigor, metacompetencias es un término sólido y preciso. Power skills funciona bien como comunicación en el mundo empresarial, y soft skills sigue usándose, aunque arrastra el sesgo de “blandas”.

Podemos decir, sin complejos, que muchas de las llamadas power skills son manifestaciones visibles de metacompetencias bien desarrolladas.

Y añadir que ojalá algún día dejemos de marear tanto con etiquetas importadas y nos pongamos de acuerdo en cómo nombrar estas capacidades en castellano.

 

Tengo una visión… y quiero compartirla

Porque al final, no se trata solo de saber qué nombre ponerle a las cosas. Se trata de entender qué raíces necesitamos cultivar para sostenernos en medio de un mundo que cambia cada día.

Las etiquetas pasarán. Lo que permanece es esa capacidad profunda de aprender, desaprender, mirar con criterio, decidir con ética, sostener la brújula aunque todo alrededor gire.

Y esa, precisamente, es la revolución silenciosa que necesitamos impulsar: una transformación que no empieza en la herramienta, sino en quien la elige. En quien se forma no solo para saber más, sino para ser más.

Más consciente. Más capaz. Más libre.

Ahí están las metacompetencias. No como un concepto, sino como una forma de estar en el mundo. 

Por eso, profundizaré en ellas, ¿te apuntas?