En el mundo laboral nos encanta inventar etiquetas. A veces cambian las palabras, otras veces cambia la profundidad de lo que nombramos. Y entre tanto, vamos acumulando anglicismos que, seamos sinceros, nos tienen un poco hasta las narices.
Hoy se habla
mucho de power skills, pero ¿sabemos realmente qué diferencia hay entre
ellas, las viejas soft skills y las llamadas metacompetencias? Vamos por
partes.
1. De soft skills a power skills: un cambio de etiqueta (y de estatus)
Las soft
skills o habilidades blandas nacieron para designar todo aquello que no era
técnico: la comunicación, el trabajo en equipo, la empatía, la negociación, el
liderazgo situacional. Durante años quedaron en un segundo plano frente a las hard
skills, como si fueran menos serias o valiosas.
Con el tiempo,
ese nombre se volvió incómodo: lo de “blandas” sonaba débil, poco relevante. Y
así apareció el término power skills: el mismo contenido, pero con un
nuevo envoltorio. Ahora eran las habilidades más determinantes para el
rendimiento, la innovación y el liderazgo. El rebranding no cambió tanto la
lista de competencias, pero sí el relato: pasaron de ser secundarias a presentarse
como palancas estratégicas en la empresa.
2. ¿Dónde encajan las metacompetencias?
Aquí entra en
escena otro concepto, que no surge del marketing organizacional sino de marcos
formativos y psicológicos: las metacompetencias.
Se trata de
capacidades de orden superior, de segundo nivel, que orquestan cómo aprendemos,
decidimos, nos autorregulamos y transferimos lo aprendido a nuevos contextos.
Si las soft o power skills son lo que vemos -la presentación
efectiva, la capacidad de negociar, el trabajo en equipo-, las metacompetencias
son el sistema operativo invisible que lo hace posible.
Actúan sobre
procesos metacognitivos y autorregulatorios como la learnability, el
pensamiento crítico, la capacidad de desaprender o la autogestión emocional.
Operan de manera transversal y transferible, habilitando el salto entre roles y
tareas. Y, además, incorporan algo fundamental: una dimensión ética y de
propósito, que también hoy se traduce en responsabilidad sociodigital.
Un ejemplo
sencillo: “hablar en público” (soft/power) es la habilidad observable. Pero lo
que la sostiene son metacompetencias como la autoconciencia, la regulación
emocional, el pensamiento crítico para seleccionar ideas y la learnability
para mejorar con cada feedback.
3. ¿Se solapan? Sí. ¿Son equivalentes? No.
Imaginemos tres
círculos que se cruzan:
- Soft skills: comportamientos interpersonales y de colaboración (dar feedback, negociar, contar una idea con claridad).
- Power skills: lo mismo, pero resaltado como palanca de valor organizacional (impacto en resultados, innovación, liderazgo).
- Metacompetencias: el sustrato invisible que hace posibles esas habilidades (aprender a aprender, adaptabilidad, pensamiento sistémico, ética, autogestión).
En el centro hay
zonas de solapamiento: la adaptabilidad o la resolución de problemas aparecen
en los tres listados.
Pero también hay
zonas diferenciales:
- Metacompetencias aportan aquello que no está en la superficie: learnability, desaprendizaje, pensamiento sistémico, propósito, ética, autorregulación profunda.
- Soft/power skills incluyen destrezas aplicadas más concretas: storytelling, networking, presentación en público, negociación.
4. Por qué importa distinguirlos (más allá de la semántica)
La diferencia no
es un simple juego de palabras. Tiene consecuencias prácticas.
- En formación: trabajar solo soft/power skills mejora la superficie (presentar mejor), pero no el motor (aprender más rápido, decidir con criterio, adaptarse a otro rol).
- En orientación laboral: las metacompetencias son las que explican la empleabilidad sostenida, la capacidad de gestionar transiciones, re-aprender y mantener un propósito.
- En la responsabilidad sociodigital: sin metacompetencias (criterio, ética, pensamiento crítico), las power skills se quedan en cosmética. Comunicaremos muy bien... incluso mensajes sin fundamento.
5. Dos ejemplos rápidos
- Caso A (brillo sin raíz): alguien domina “presentaciones efectivas” (soft/power), pero sin pensamiento crítico ni learnability repite un mensaje vistoso y errado cuando cambia el contexto. Brilla... y se estrella.
- Caso B (raíz que multiplica): alguien con alta learnability y autorregulación emocional aprende una herramienta nueva en días, reestructura el relato con datos y ajusta la propuesta al público. Tal vez no tenga el “show” perfecto, pero logra el objetivo y mejora proyecto tras proyecto.
6. ¿Y en castellano qué?
Power skills,
Feedback, Learnability, Soft Skills, Storytelling, Networking,…
Si buscamos
rigor, metacompetencias es un término sólido y preciso. Power skills
funciona bien como comunicación en el mundo empresarial, y soft skills
sigue usándose, aunque arrastra el sesgo de “blandas”.
Podemos decir,
sin complejos, que muchas de las llamadas power skills son
manifestaciones visibles de metacompetencias bien desarrolladas.
Y añadir que
ojalá algún día dejemos de marear tanto con etiquetas importadas y nos pongamos
de acuerdo en cómo nombrar estas capacidades en castellano.
Tengo una visión… y quiero compartirla
Porque al final,
no se trata solo de saber qué nombre ponerle a las cosas. Se trata de entender
qué raíces necesitamos cultivar para sostenernos en medio de un mundo que
cambia cada día.
Las etiquetas
pasarán. Lo que permanece es esa capacidad profunda de aprender, desaprender,
mirar con criterio, decidir con ética, sostener la brújula aunque todo
alrededor gire.
Y esa,
precisamente, es la revolución silenciosa que necesitamos impulsar: una
transformación que no empieza en la herramienta, sino en quien la elige. En
quien se forma no solo para saber más, sino para ser más.
Más consciente.
Más capaz. Más libre.
Ahí están las metacompetencias. No como un concepto, sino como una forma de estar en el mundo.
Por eso, profundizaré en ellas, ¿te apuntas?