jueves, 23 de octubre de 2025

ABRAZAR A MI YO MÁS JOVEN: UNA PROPUESTA DE ORIENTACIÓN EMOCIONAL CON IA PARA RECONECTAR, SANAR Y AVANZAR

En los últimos meses se ha viralizado una tendencia en redes sociales: la imagen generada por inteligencia artificial en la que una persona adulta aparece abrazando a su “yo” de la infancia. Esta escena, tan sencilla como potente, nos conecta con algo profundo: el deseo de reconocernos, de cuidarnos y de reconciliarnos con partes de nuestra historia que aún hoy nos afectan.

Desde el acompañamiento a la empleabilidad, esta imagen puede ser mucho más que un gesto simbólico. Convertida en ejercicio guiado, puede abrir un espacio emocional seguro en sesiones grupales o individuales de orientación, facilitando procesos de autoconocimiento, resignificación de creencias y conexión con valores personales. En este post te propongo una guía práctica para aplicar este ejercicio en orientación laboral, incorporando el uso responsable de la inteligencia artificial, herramientas gratuitas y un enfoque humanista.

 


¿Por qué puede tener impacto este ejercicio?

Al visualizarse abrazando a su versión más pequeña, una persona puede:

  • Reconectar con emociones, necesidades o talentos olvidados.
  • Reconocer heridas del pasado que siguen influyendo en su forma de tomar decisiones.
  • Activar la compasión hacia sí misma y romper con exigencias internas desmedidas.
  • Reescribir su narrativa profesional desde una mayor coherencia vital.

No es una herramienta terapéutica, pero sí una dinámica simbólica y reflexiva que puede enriquecer los procesos de orientación laboral desde una dimensión más emocional y significativa. Resulta especialmente valiosa en acompañamientos a mujeres en transición vital, personas en búsqueda de propósito o profesionales que desean redirigir su trayectoria desde un lugar más auténtico. 

Su potencia radica en abrir una mirada más honesta e integrada sobre la propia historia, facilitando la redefinición de metas, la recuperación de sentido o el sostenimiento de procesos de cambio. Aporta, en definitiva, un complemento simbólico y emocional que equilibra y humaniza el enfoque más técnico o curricular de la orientación.

 

Estructura de la sesión paso a paso

Duración orientativa: 90 minutos
Formato: grupal (preferentemente mujeres) o individual
Objetivo: reconectar con la niña interior para revisar creencias, valores y motivaciones que influyen en el presente laboral


1. Apertura y encuadre (10 min)


  • Explicar el objetivo de la sesión: un ejercicio emocional que busca reconectar con la historia personal para tomar decisiones profesionales más alineadas.
  • Aclarar que no es una sesión terapéutica, pero puede remover emociones. Cada persona decide hasta dónde quiere llegar.
  • Reforzar la voluntariedad de participar y ofrecer alternativas no digitales.
  • Crear un ambiente de confianza: respiración consciente o breve visualización guiada.

 

2. Activación emocional con la foto de infancia (15 min)

Cada persona observa una foto propia de la infancia (física o digital) o evoca un recuerdo si no la tiene.
Se les invita a escribir o reflexionar en silencio sobre estas preguntas:

  • ¿Qué necesitaba esa niña en ese momento?
  • ¿Qué le dirías hoy, desde tu vida adulta?
  • ¿Qué sientes al verla? ¿Cómo es tu mirada hacia ella?

 

3. Generación de la imagen con inteligencia artificial (20-25 min)


Se ofrece la posibilidad de crear una imagen donde aparece abrazando a su yo infantil.

Quien no lo desee, puede escribirle una carta a esa niña o dibujar la escena.

🔧 Instrucciones técnicas para generar la imagen
  • 🧩 Herramienta utilizada: NanoBanana Editor IA (No requiere instalación. Se accede directamente desde el navegador.): https://nanobanana.ai/es
  • 📁 Qué necesitas:

    • Una foto actual (puede ser un selfie).
    • Una foto de infancia donde el rostro sea reconocible.

  • ✏️ Prompt para obtener la imagen deseada:

“Usa la primera foto como referencia para mi versión adulta y la segunda foto como referencia para mi versión infantil. Genera una imagen hiperrealista fotográfica en la que mi yo adulta abraza con ternura a mi yo de pequeña. Asegura que los rostros, la ropa y los rasgos de ambas figuras se mantengan fieles a las fotos originales, para que se reconozca claramente que soy yo en ambas etapas. La escena debe transmitir calidez, nostalgia y conexión emocional. Fondo ligeramente difuminado, luz natural suave, atmósfera emotiva y realista. Composición centrada, abrazo frontal cercano, miradas con cariño. Resolución alta, detalles nítidos, sombras suaves.”

 

Recomendaciones importantes:


  • La imagen puede tardar unos segundos en generarse.
  • Si el resultado altera la ropa, los rasgos o introduce artefactos extraños, puede repetirse con este prompt corregido:

"Corrige proporciones y respeta los rasgos faciales y la ropa original. No añadas objetos ni cambies el fondo neutro."

  • No publicar imágenes en redes sin consentimiento. Algunas plataformas insertan marcas de agua visibles o invisibles (SynthID).

  • Tener en cuenta que en su versión gratuita, la aplicación web, tiene un numero muy limitado de usos.

 

⚠️ Privacidad y consentimiento:


Antes de realizar esta parte, es recomendable contar con una hoja de consentimiento informado que incluya:

  • Finalidad del ejercicio.
  • Qué datos se tratan (imágenes personales).
  • Herramienta utilizada (enlace directo y proveedor).
  • Riesgos (marca de agua, almacenamiento en la nube, etc.).
  • Derecho a no participar y eliminar la imagen tras la actividad.

 

IMPORTANTE EN ESTE PUNTO: 🧠 Mini clase para compartir con las participantes: ¿Qué implica ceder nuestra imagen a una IA?

Antes de realizar el ejercicio, es importante que entendamos qué significa subir nuestras fotos a una herramienta de inteligencia artificial generativa.

La imagen que vamos a crear parte de dos fotos personales: una actual y una de la infancia. Estas fotos se suben a una herramienta digital que utiliza inteligencia artificial para generar una nueva imagen. Y aunque el resultado puede ser muy bonito o emocionalmente potente, es fundamental saber qué estamos haciendo y qué riesgos implica:

  1. Tu imagen es un dato personal sensible. Al subirla, estás dando permiso a esa herramienta para procesarla, aunque sea durante unos segundos. Por eso, necesitas saber quién está detrás de la plataforma, qué hace con esas fotos y si las almacena o no.
  2. Algunas herramientas de IA insertan una marca de agua invisible o visible (por ejemplo, el sistema SynthID), que indica que esa imagen fue creada por IA. Esto es útil para saber que no es real, pero también implica que la imagen podría ser identificada como artificial si se sube a redes.
  3. El uso es voluntario. Siempre tienes derecho a decir que no, a usar una alternativa simbólica (como escribir una carta a tu niña interior) o a pedir que se borre tu imagen inmediatamente después del ejercicio.
  4. Nunca publicaremos estas imágenes sin tu consentimiento. Este espacio es íntimo, seguro y tuyo. Lo que generes aquí no será compartido fuera salvo que tú lo decidas libremente.
  5. Trabajamos desde un enfoque crítico y consciente de la tecnología. Eso significa que no usamos herramientas digitales por moda o por inercia, sino cuando aportan valor, generan significado o nos ayudan a expresar algo que de otro modo sería difícil. Y lo hacemos siempre desde la ética, la libertad de elección y la protección de tus derechos.

Queremos que esta experiencia sea significativa para ti, no invasiva. Por eso, te invitamos a participar desde el conocimiento, la autonomía y la confianza. Si decides no hacer la imagen, tu proceso será igualmente valioso.

Por ejemplo: Antes de realizar el ejercicio con inteligencia artificial, es esencial que las orientadoras compartan esta breve explicación con el grupo. Puede leerse en voz alta como parte del encuadre:

“Antes de crear tu imagen, quiero contarte algo importante. Nuestra imagen es un dato personal, y al subir una foto a una herramienta de inteligencia artificial, estamos permitiendo que esa tecnología procese nuestro rostro, aunque sea durante unos segundos. Por eso, es importante saber qué herramienta vamos a usar, si guarda las fotos o no, y qué hace con ellas. En este caso vamos a usar una herramienta llamada NanoBanana, accesible en https://nanobanana.ai/es. Es gratuita y muy intuitiva, pero como con cualquier herramienta digital, es importante que la utilicemos con conciencia. Tienes todo el derecho a no subir tu imagen si no lo deseas. También puedes pedir que se elimine tras el ejercicio. Aquí no obligamos a nadie, ni haremos nada con tu imagen sin tu consentimiento. Nuestro compromiso es usar la tecnología desde un enfoque ético, crítico y consciente. No porque sea tendencia, sino porque puede ayudarte a mirar tu historia con ternura, y a tomar decisiones más alineadas contigo.”

 

4. Integración: del abrazo al proyecto vital (20 min)

Se propone una segunda ronda de reflexión escrita o hablada, conectando la imagen con el presente profesional.
Algunas preguntas útiles:

  • ¿Qué creencias sobre ti misma nacieron en esa etapa y hoy siguen actuando?
  • ¿Qué sueños o talentos de tu infancia merecen ser escuchados hoy?
  • ¿Qué aspectos de su esencia me gustaría honrar hoy?
  • ¿Qué valores representa esa niña que podrías traer a tu trabajo actual? ¿Qué rasgos de esa niña podrían inspirarte a reconectar con lo que de verdad importa en tu vida laboral?
  • ¿Qué de aquella niña sigue latiendo en ti y merece espacio en tu recorrido profesional?
  • ¿Qué decisión laboral podrías tomar desde esa mirada más compasiva?

 

5. Puesta en común en grupos pequeños (10-15 min)


  • Compartir, si se desea, lo que ha surgido.
  • Escucha respetuosa, sin juicios ni análisis: Se prioriza la confidencialidad, la escucha empática y la no intervención. Entra en juego otra tendencia de redes sociales: “Escuchamos pero no juzgamos” 😉

 

6. Cierre y compromiso (10 min)

Cada persona escribe una frase o microacción que pueda realizar esta semana para honrar a su niña interior y acercarse a un futuro profesional más alineado con sus valores.

 

Aplicaciones prácticas en orientación

Este ejercicio puede integrarse en:

  • Sesiones grupales de mujeres en búsqueda activa de empleo.
  • Talleres de motivación y propósito.
  • Procesos de orientación para personas que están redefiniendo su rumbo.
  • Programas de empoderamiento, liderazgo o reinvención profesional.

Este ejercicio puede ser especialmente transformador en momentos de tránsito o fragilidad identitaria, como procesos migratorios, rupturas vitales, maternidades recientes, salidas de relaciones o entornos violentos, etapas de desempleo prolongado, reincorporaciones tras periodos de cuidados, o decisiones profesionales marcadas por el duelo, el desgaste o la pérdida de rumbo.

Su valor reside en que no se limita a trabajar con datos objetivos o competencias, sino que abre espacio para integrar la historia, los bloqueos y los recursos internos que cada persona lleva consigo.

 

Consideraciones éticas y metodológicas


  • Este ejercicio no sustituye acompañamiento terapéutico. Es importante saber contener emocionalmente si surge algo sensible y contar con una red de derivación.
  • Se debe respetar la privacidad y evitar compartir imágenes sin consentimiento.
  • Se recomienda usar este recurso de forma opcional, como un apoyo simbólico dentro de un proceso más amplio.

 

Posibles beneficios


  • Mayor conexión con la propia historia y sus recursos
  • Mayor conciencia sobre creencias limitantes y mandatos heredados
  • Activación de motivación y sentido de propósito
  • Mejora de la narrativa personal para entrevistas o decisiones formativas

 

🔔 IMPORTANTE

Recordamos: Este ejercicio no sustituye terapia. Se recomienda siempre contar con mecanismos de contención emocional en caso de que se activen recuerdos sensibles. Puede adaptarse a distintos niveles de profundidad según el grupo o la persona, y siempre debe trabajarse desde la libertad, el respeto y el consentimiento informado.

 

La cabida de la ternura

La inteligencia artificial puede convertirse en una gran aliada cuando se usa con propósito, sensibilidad y ética. Esta imagen del “abrazo a mi yo más joven” no es solo una moda digital: es una herramienta simbólica con un enorme potencial para la reconexión, la reparación y el empoderamiento personal.

Al unir lo digital con lo emocional, ampliamos el alcance de nuestras sesiones de orientación y ofrecemos algo más que técnicas: abrimos un espacio donde mirarse con ternura, resignificar la historia propia y avanzar con sentido.

Una sesión que cruza lo tecnológico y lo simbólico. Una imagen que no se limita a lo estético, sino que puede convertirse en gesto íntimo, en espejo compasivo, en impulso transformador.

¿Te animas a probarlo?

Si lo haces, cuéntame cómo fue la experiencia. Seguimos creando juntas nuevas formas de acompañar con alma, propósito y mirada larga.



domingo, 12 de octubre de 2025

Lo que te llevas en la mochila: 50 casos de competencias transferibles para abrir caminos laborales más flexibles y justos

Acompañar procesos de orientación laboral es, muchas veces, escuchar historias que no caben en un CV.

Trayectorias fragmentadas, ocupaciones invisibilizadas, saberes no reconocidos.
Y sin embargo, cuando miras con atención, ahí están: las competencias que permanecen.

Porque el trabajo no se mide solo en contratos. También se mide en aprendizajes, en formas de estar, en capacidades que nos llevamos con nosotras incluso cuando el empleo se detiene.

Esta guía nace precisamente desde esa mirada.
Una mirada que ve puentes donde otras ven muros, que reconoce el potencial en lo vivido y que se niega a encerrar a nadie en una única etiqueta profesional.

“Lo que te llevas en la mochila” recoge 50 ocupaciones reales, explicadas desde una lógica sencilla y aplicable:

  • Qué competencia se desarrolla realmente en ese trabajo

  • Por qué tiene valor (y cómo argumentarlo)

  • A qué otros sectores o puestos se puede transferir

Y lo hace a través de una estructura sencilla, clara y repetida en todas las fichas, que permite acompañar el razonamiento con facilidad. Cada ejemplo se articula así:

“Si has trabajado como…”,
“Seguramente hayas desarrollado las competencias…”,
“Que también puedes aplicar en…”


¿Qué tipo de competencias muestra esta guía?


Podríamos llamarlas soft skills, competencias transversales o incluso power skills, porque son aplicables en muchos contextos y marcan la diferencia entre adaptarse o no a un nuevo empleo.
Pero yo prefiero llamarlas como son aquí: competencias vividas.
Aquellas que se aprenden en la práctica, que no siempre se enseñan, pero sí se adquieren.
Y esta guía quiere justamente eso: ayudar a nombrarlas, reconocerlas y vincularlas con nuevas posibilidades profesionales.


Es un material orientativo y ejemplificativo.


No pretende ofrecer un listado exhaustivo ni científicamente testado, sino inspirar y servir como ejemplo de cómo lo que ya sabemos hacer puede abrirnos otras puertas si aprendemos a reconocerlo, nombrarlo y vincularlo con nuevas oportunidades.

En la selección de casos se han priorizado ocupaciones frecuentemente desempeñadas por personas en situación de vulnerabilidad. Por eso, la guía está pensada como un recurso especialmente útil para profesionales del empleo, orientadoras y orientadores, mediadoras laborales, agentes de inclusión o formación sociolaboral.

Pero también puede servir a quien esté buscando dar sentido a lo que ha hecho y orientarse hacia lo que podría hacer.

📥 Puedes descargar la guía aquí: https://bit.ly/LaraVidal_GuiaCompetenciasTransferibles


Y si la utilizas, me encantará conocer tus impresiones. 


Porque seguir tejiendo estas conexiones invisibles entre lo vivido y lo posible también es parte de nuestro trabajo.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

I.A.CENTRISMO: EL PELIGRO DE PERDER EL FOCO

 

¿Es imprescindible que una profesional del empleo se capacite en el uso de la IA? Sí.

¿Es lo único en lo que debe mantenerse actualizado un orientador u orientadora? No.


Estamos en el momento de más auge de la inteligencia artificial y de cómo aplicarla a las diferentes ocupaciones. Y si alguien debe conocer bien sus posibilidades, es precisamente quien acompaña a otras personas en su proceso de mejora profesional. Porque si orientas, si acompañas, si facilitas que alguien encuentre su sitio en el mundo laboral, conocer las herramientas que te ofrece la IA puede darte recursos útiles para poner al servicio de quien tienes delante.

Digo esto como párrafo de descargo para todo lo que voy a decir a continuación.

Como sabéis, soy prácticamente activista de las competencias digitales en los y las profesionales de la orientación. Así que no hay nada en lo que diré que vaya en contra de mí misma. Pero sí quiero expresar una preocupación: veo una tendencia excesivamente centrada en la IA, y aunque me encanta que la gente se actualice, me preocupa que al centrarse solo en esto, se deje de lado todo lo que paralelamente hay que trabajar cuando usamos herramientas digitales en cualquier ámbito profesional.

Y esto es lo que quiero contaros. Algo de lo que vengo hablando desde hace tiempo: las competencias sociodigitales y la responsabilidad sociodigital.

Ahora mismo veo que las personas que nos dedicamos a acompañar el crecimiento profesional, especialmente orientadoræs y profesionales del acompañamiento al empleo, estamos rodeadas de una tendencia creciente: que todas las corrientes y propuestas están poniendo la centralidad en la inteligencia artificial.

Y creo que esto está generando un efecto peligroso: parece que quienes no ponemos la IA en el centro somos de segundo valor. Y sinceramente, creo que eso es un error.

Yo incorporo la inteligencia artificial en mis propuestas y en mi metodología de intervención, pero como una herramienta más. No le doy centralidad. Y sin embargo, ahora mismo hay una auténtica obsesión por hablar de la IA en orientación. Lo que me preocupa no es que se hable, sino desde dónde y con qué perspectiva se hace, porque en muchos casos parece que se está anteponiendo la herramienta a la persona que orienta, y también a todo lo demás que hacemos en orientación. Y no quiero entrar en temas como "moda" o "monetizar", pero os aseguro que ganas no me faltan. Otro día tal vez.

Sin ninguna duda, la inteligencia artificial está cambiando el mundo como lo conocemos. Creo que nadie puede deducir de mis palabras que opino lo contrario. Pero ponerla en el centro de determinados procesos humanos es, a mi juicio, contraproducente, porque puede impulsar que estemos a su servicio en lugar de que esté ella al nuestro.

Las funciones, tareas y metodologías de quienes nos dedicamos a orientar tienen mucho margen de mejora, de actualización, de transformación. Algunas de esas mejoras pueden hacerse con IA, pero otras muchas no tienen nada que ver con ella. Y eso no significa que estén desfasadas, sino que forman parte de la esencia del trabajo orientador y no deben quedarse atrás ni ser desplazadas.

Creo que ahora, más que nunca, hay que seguir entrenando las capacidades personales y las habilidades de comunicación. Justamente esas son las que muchas profesionales están perdiendo por un uso poco consciente de la IA. Y esto me parece especialmente grave: se está invitando a quienes orientan a usar la inteligencia artificial de formas que pueden mermar sus propias competencias interpersonales. Da igual cómo las llamemos: habilidades blandas, habilidades humanas, competencias clave… Lo importante es que siguen siendo cruciales en cualquier proceso de acompañamiento, y en el mercado laboral actual, muchísimo más.

Porque lo que están pidiendo muchas empresas no son solo personas que sepan manejar herramientas. Están pidiendo personas que sepan escribir un correo, que sepan comunicarse con sus compañeros más allá de los monosílabos, que tengan empatía, que sepan colaborar, trabajar en equipo, cuidar el trato y construir relaciones profesionales sanas.

Y eso no lo entrena la IA. No la parte humana que necesitamos. Lo entrenamos nosotras. Con conciencia y con práctica.

Por eso hablo de competencias sociodigitales, de digital soft skills, de metacompetencias. Porque el entrenamiento en competencias digitales tiene que ir acompañado, inevitable e irrenunciablemente, de unos valores y de unos principios que estén anclados en el humanismo.

Si no los tenemos en cuenta, todo lo que conseguimos potenciar con la IA no tiene ningún sentido.


PD: Al terminar el post, busco un título y sólo me viene a la cabeza el término "IAcentrismo". Al buscar sobre el mismo, encuentro este pedazo de artículo de Alexandra Ruíz Martínez que no puedes dejar de leer: El amanecer del "IAcentrismo": redefiniendo la humanidad en la era de la Inteligencia Artificial

domingo, 21 de septiembre de 2025

Metacompetencias: las raíces invisibles del futuro laboral, la orientación y lo sociodigital

 

Cada vez que algo cambia en nuestro trabajo, buscamos respuestas técnicas: otra herramienta, otra formación, otra estrategia. Pero con el tiempo descubrimos que lo que más necesitamos no está en los manuales. Está en nosotras y nosotros: en cómo pensamos, cómo sentimos, cómo decidimos. Está en las raíces invisibles que sostienen todo lo demás. Esas raíces tienen nombre: metacompetencias.

 


¿Qué son las metacompetencias?

Las metacompetencias son capacidades de orden superior que no se limitan a una tarea concreta ni a un contexto específico, sino que actúan como habilidades raíz que permiten activar, combinar y renovar otras competencias. Son, en cierto modo, el “sistema operativo” de la persona trabajadora: no se ven en la superficie, pero determinan cómo se aplican los conocimientos, cómo se gestionan las emociones y cómo se afrontan los cambios.

A diferencia de las competencias técnicas (que caducan con rapidez cuando la tecnología o los procesos evolucionan), las metacompetencias trascienden lo técnico y lo ocupacional. Sirven para aprender a aprender, para adaptarse a lo desconocido, para integrar lo emocional con lo racional, y para sostener un propósito que dé sentido al desempeño.

Podemos entenderlas como un sistema radicular invisible: no producen frutos directamente, pero hacen posible que crezcan todas las demás competencias. Sin ellas, el árbol profesional se marchita en cuanto cambia el clima; con ellas, es capaz de reinventarse, florecer en nuevos terrenos y resistir incluso los entornos más volátiles.


Metacompetencias en el ámbito laboral

El mercado laboral de hoy exige mucho más que conocimientos específicos. Pide personas capaces de adaptarse cuando cambian las condiciones, analizar situaciones complejas sin perder la visión global, aprender y desaprender de manera continua, gestionar el autocontrol ante la presión, planificar y tomar decisiones asumiendo consecuencias, trabajar en equipo y dirigir con propósito. Sin estas raíces, la técnica se vuelve obsoleta demasiado rápido.


Metacompetencias en el acompañamiento al empleo

La orientación no es solo enseñar a usar portales de empleo. Es acompañar biografías marcadas por la incertidumbre y la fragilidad. Para ello, las metacompetencias son brújula: escuchar activamente y comunicar con claridad, tener visión estratégica y consciencia organizativa, acompañar con resiliencia, propósito y ética, y fomentar la autonomía y la iniciativa en las personas orientadas. Una buena orientadora no solo transfiere conocimientos, sino que activa capacidades invisibles que la persona ya tiene, pero no sabe que posee.

 

Metacompetencias en la responsabilidad sociodigital

La digitalización ha traído un bosque de herramientas, plataformas y entornos, pero no basta con aprender a movernos entre ellas: lo esencial es cómo asumimos la responsabilidad de habitar lo digital. Las metacompetencias actúan aquí como raíces profundas que nos permiten sostener un uso crítico, consciente y ético de la tecnología.

Autonomía y autoorganización para filtrar información sin caer en la saturación.
Pensamiento crítico para comprender cómo los algoritmos modelan nuestra visión del mundo.
Comunicación responsable para cuidar la huella digital que dejamos y las conexiones que generamos.
Creatividad con propósito para innovar de forma que sume y no excluya.
Visión de futuro para recordar que lo digital debe ampliar derechos y oportunidades, nunca limitarlos.

En este sentido, las metacompetencias son el antídoto frente al “digitaleo” vacío: nos recuerdan que lo importante no es la herramienta, sino el criterio, y que la verdadera transformación digital sólo florece cuando está enraizada en responsabilidad social y humana.

 

Las 15 metacompetencias clave

(A partir de Martínez Moreno, 2006)

  1. Adaptabilidad / flexibilidad - Ajustar rutinas, itinerarios y herramientas a nuevos escenarios.
  2. Análisis de situaciones - Entender problemas complejos sin perder la visión global.
  3. Aprendizaje - Incorporar y desaprender contenidos de forma constante (learnability).
  4. Autocontrol - Gestionar emociones y presión en entornos críticos.
  5. Autonomía / autoorganización - Gestionar tiempos, recursos y prioridades con independencia.
  6. Comunicación interpersonal - Escuchar, transmitir con claridad y generar vínculos.
  7. Consciencia organizativa - Comprender cómo cada decisión impacta en el conjunto.
  8. Dirección de equipos - Liderar con propósito, equilibrando autonomía y responsabilidad.
  9. Iniciativa - Anticiparse a problemas y proponer mejoras.
  10. Innovación / creatividad - Buscar soluciones no convencionales y viables.
  11. Orientación al cliente - Poner en el centro a quien recibe el servicio, interno o externo.
  12. Planificación - Establecer objetivos, recursos y secuencias para lograr resultados.
  13. Toma de decisiones / resolución - Afrontar problemas y asumir consecuencias.
  14. Trabajo en equipo - Cooperar y compartir responsabilidades más allá de intereses individuales.
  15. Visión / sentido de propósito - Mantener el para qué de lo que hacemos en cualquier circunstancia.

 

De 2006 a 2025: la vigencia y evolución de las metacompetencias

 

Un origen pre-digital

En 2006, Ángel Martínez Moreno recopiló y definió un diccionario de quince metacompetencias en un contexto donde la digitalización todavía no había transformado radicalmente el mundo laboral. Internet ya estaba presente, pero no existían aún las redes sociales como palanca profesional, el trabajo remoto era marginal y la inteligencia artificial no formaba parte del vocabulario cotidiano.

 

Lo que permanece: raíces que no caducan

Casi veinte años después, sorprende comprobar cómo esas raíces se mantienen vigentes. Lejos de quedar obsoletas, se han vuelto aún más críticas en un mercado marcado por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad (VUCA). Hoy, la adaptabilidad es clave para moverse en sectores que cambian a un ritmo vertiginoso; la comunicación interpersonal sigue siendo indispensable para generar confianza en entornos híbridos; y la visión de propósito se ha convertido en brújula en tiempos donde el trabajo corre el riesgo de perder sentido.

 

Lo que cambia: el terreno donde crecen

La esencia de las metacompetencias permanece, pero el terreno en el que deben desarrollarse ha cambiado radicalmente. El trabajo híbrido, la globalización, el impacto de la inteligencia artificial y la centralidad de lo digital no han creado nuevas competencias de la nada: han revestido de actualidad a las ya existentes, dotándolas de nuevos matices y nombres.

• “Aprendizaje” ahora se llama learnability, para destacar la capacidad de aprender de manera continua, autónoma y en entornos digitales.
• “Autocontrol” se reformula como resiliencia y autogestión emocional.
• “Consciencia organizativa” se traduce en pensamiento sistémico.
• “Comunicación interpersonal” incluye hoy la competencia comunicativa digital y la gestión ética de la huella online.

 

Nuevas narrativas, mismo sustrato

La literatura más reciente sobre el futuro del trabajo confirma este giro terminológico. Se habla de meta-skills, power skills o incluso competencias exponenciales para designar, en el fondo, lo mismo que en 2006 ya se intuía: habilidades de segundo orden que sostienen a todas las demás. La diferencia no está en el concepto, sino en el énfasis.

 

Una resignificación necesaria

En definitiva, no hemos sustituido aquellas metacompetencias iniciales: las hemos resignificado. Siguen siendo las raíces invisibles, pero ahora crecen en un terreno atravesado por algoritmos, inteligencia artificial, conectividad global y desafíos éticos inéditos.

 

Metacompetencias y power skills: dos caras de la misma raíz

En los últimos años ha cobrado fuerza otro término que mencionaba en mi post anterior: las power skills. Con él se hace referencia a esas habilidades que marcan la diferencia en entornos laborales líquidos, aquellas que antes se llamaban soft skills pero que hoy se reconocen como el verdadero motor del desempeño. En realidad, no estamos hablando de dimensiones distintas, sino de dos formas de nombrar un mismo fenómeno.

Las metacompetencias, tal como fueron planteadas en 2006, ya integraban capacidades como la comunicación, la adaptabilidad, la resiliencia o el liderazgo. Lo que el concepto de power skills aporta es un cambio de narrativa: subraya que no son blandas ni secundarias, sino poderosas y determinantes para la empleabilidad y el éxito profesional.

Así, mientras que el término “metacompetencia” enfatiza su carácter transversal y de segundo orden (habilidades que sostienen a todas las demás), el término “power skills” pone el foco en su valor estratégico dentro de las organizaciones.

 

El puente con las competencias sociodigitales

Todo este recorrido conecta de forma directa con el corazón de mi modelo de intervención: las competencias sociodigitales. Porque lo digital no se sostiene sin lo humano, y lo humano hoy no puede pensarse al margen de lo digital.

Las metacompetencias son la base sobre la que se edifica cualquier uso transformador de la tecnología:

sin adaptabilidad, la digitalización se convierte en un muro;
sin pensamiento crítico, la IA se vuelve una caja negra que decidimos aceptar sin cuestionar;
sin comunicación responsable, la huella digital se convierte en ruido o en riesgo.

Por eso sostengo que las competencias sociodigitales no son un apéndice, sino el ecosistema natural donde las metacompetencias se actualizan y cobran sentido. Aprender a aprender se transforma en learnability digital, la iniciativa en exploración creativa de nuevas herramientas, y la visión de propósito en criterio ético para decidir qué plataformas usar y con qué fines.

En este terreno híbrido, lo profesional, lo social y lo tecnológico se entrelazan, y ahí es donde las metacompetencias muestran toda su fuerza: no como un listado de habilidades abstractas, sino como raíces vivas que permiten que lo digital florezca con propósito, inclusión y humanidad.

 

Raíces invisibles, frutos visibles

Las metacompetencias son ese humus fértil que permite que cualquier competencia técnica dé fruto.

En el ámbito laboral, sostienen la capacidad de adaptarse a un mercado líquido.
En la orientación, permiten acompañar con humanidad y estrategia.
En la responsabilidad sociodigital, nos devuelven la mirada crítica y ética.

Invertir en metacompetencias es invertir en raíces. Y cuando las raíces son profundas, ningún viento arranca el árbol.

 

domingo, 14 de septiembre de 2025

POWER SKILLS VS METACOMPETENCIAS

En el mundo laboral nos encanta inventar etiquetas. A veces cambian las palabras, otras veces cambia la profundidad de lo que nombramos. Y entre tanto, vamos acumulando anglicismos que, seamos sinceros, nos tienen un poco hasta las narices.

Hoy se habla mucho de power skills, pero ¿sabemos realmente qué diferencia hay entre ellas, las viejas soft skills y las llamadas metacompetencias? Vamos por partes.




1. De soft skills a power skills: un cambio de etiqueta (y de estatus)

Las soft skills o habilidades blandas nacieron para designar todo aquello que no era técnico: la comunicación, el trabajo en equipo, la empatía, la negociación, el liderazgo situacional. Durante años quedaron en un segundo plano frente a las hard skills, como si fueran menos serias o valiosas.

Con el tiempo, ese nombre se volvió incómodo: lo de “blandas” sonaba débil, poco relevante. Y así apareció el término power skills: el mismo contenido, pero con un nuevo envoltorio. Ahora eran las habilidades más determinantes para el rendimiento, la innovación y el liderazgo. El rebranding no cambió tanto la lista de competencias, pero sí el relato: pasaron de ser secundarias a presentarse como palancas estratégicas en la empresa.

 

2. ¿Dónde encajan las metacompetencias?

Aquí entra en escena otro concepto, que no surge del marketing organizacional sino de marcos formativos y psicológicos: las metacompetencias.

Se trata de capacidades de orden superior, de segundo nivel, que orquestan cómo aprendemos, decidimos, nos autorregulamos y transferimos lo aprendido a nuevos contextos. Si las soft o power skills son lo que vemos -la presentación efectiva, la capacidad de negociar, el trabajo en equipo-, las metacompetencias son el sistema operativo invisible que lo hace posible.

Actúan sobre procesos metacognitivos y autorregulatorios como la learnability, el pensamiento crítico, la capacidad de desaprender o la autogestión emocional. Operan de manera transversal y transferible, habilitando el salto entre roles y tareas. Y, además, incorporan algo fundamental: una dimensión ética y de propósito, que también hoy se traduce en responsabilidad sociodigital.

Un ejemplo sencillo: “hablar en público” (soft/power) es la habilidad observable. Pero lo que la sostiene son metacompetencias como la autoconciencia, la regulación emocional, el pensamiento crítico para seleccionar ideas y la learnability para mejorar con cada feedback.

 

3. ¿Se solapan? Sí. ¿Son equivalentes? No.

Imaginemos tres círculos que se cruzan:

  • Soft skills: comportamientos interpersonales y de colaboración (dar feedback, negociar, contar una idea con claridad).
  • Power skills: lo mismo, pero resaltado como palanca de valor organizacional (impacto en resultados, innovación, liderazgo).
  • Metacompetencias: el sustrato invisible que hace posibles esas habilidades (aprender a aprender, adaptabilidad, pensamiento sistémico, ética, autogestión).

En el centro hay zonas de solapamiento: la adaptabilidad o la resolución de problemas aparecen en los tres listados.

Pero también hay zonas diferenciales:

  • Metacompetencias aportan aquello que no está en la superficie: learnability, desaprendizaje, pensamiento sistémico, propósito, ética, autorregulación profunda.
  • Soft/power skills incluyen destrezas aplicadas más concretas: storytelling, networking, presentación en público, negociación.

 

4. Por qué importa distinguirlos (más allá de la semántica)

La diferencia no es un simple juego de palabras. Tiene consecuencias prácticas.


  • En formación: trabajar solo soft/power skills mejora la superficie (presentar mejor), pero no el motor (aprender más rápido, decidir con criterio, adaptarse a otro rol).

  • En orientación laboral: las metacompetencias son las que explican la empleabilidad sostenida, la capacidad de gestionar transiciones, re-aprender y mantener un propósito.

  • En la responsabilidad sociodigital: sin metacompetencias (criterio, ética, pensamiento crítico), las power skills se quedan en cosmética. Comunicaremos muy bien... incluso mensajes sin fundamento.


5. Dos ejemplos rápidos

  • Caso A (brillo sin raíz): alguien domina “presentaciones efectivas” (soft/power), pero sin pensamiento crítico ni learnability repite un mensaje vistoso y errado cuando cambia el contexto. Brilla... y se estrella.
  • Caso B (raíz que multiplica): alguien con alta learnability y autorregulación emocional aprende una herramienta nueva en días, reestructura el relato con datos y ajusta la propuesta al público. Tal vez no tenga el “show” perfecto, pero logra el objetivo y mejora proyecto tras proyecto.

6. ¿Y en castellano qué?

Power skills, Feedback, Learnability, Soft Skills, Storytelling, Networking,…

Si buscamos rigor, metacompetencias es un término sólido y preciso. Power skills funciona bien como comunicación en el mundo empresarial, y soft skills sigue usándose, aunque arrastra el sesgo de “blandas”.

Podemos decir, sin complejos, que muchas de las llamadas power skills son manifestaciones visibles de metacompetencias bien desarrolladas.

Y añadir que ojalá algún día dejemos de marear tanto con etiquetas importadas y nos pongamos de acuerdo en cómo nombrar estas capacidades en castellano.

 

Tengo una visión… y quiero compartirla

Porque al final, no se trata solo de saber qué nombre ponerle a las cosas. Se trata de entender qué raíces necesitamos cultivar para sostenernos en medio de un mundo que cambia cada día.

Las etiquetas pasarán. Lo que permanece es esa capacidad profunda de aprender, desaprender, mirar con criterio, decidir con ética, sostener la brújula aunque todo alrededor gire.

Y esa, precisamente, es la revolución silenciosa que necesitamos impulsar: una transformación que no empieza en la herramienta, sino en quien la elige. En quien se forma no solo para saber más, sino para ser más.

Más consciente. Más capaz. Más libre.

Ahí están las metacompetencias. No como un concepto, sino como una forma de estar en el mundo. 

Por eso, profundizaré en ellas, ¿te apuntas?

domingo, 31 de agosto de 2025

RESPONSABILIDAD SOCIODIGITAL: UN NUEVO CONTRATO ÉTICO EN LA ERA DIGITAL

 

Vivimos en una época en la que lo digital se ha vuelto inseparable de lo humano. Trabajamos, nos informamos, aprendemos, nos relacionamos e incluso buscamos empleo a través de pantallas y algoritmos. Pero en este cruce de caminos, donde lo tecnológico avanza más rápido que nuestra capacidad de comprenderlo, surge una pregunta imprescindible: ¿cuál es nuestra responsabilidad al habitar el mundo digital?

A este compromiso lo llamo responsabilidad sociodigital.




¿Qué entendemos por responsabilidad sociodigital?


La responsabilidad sociodigital es un nuevo contrato ético con lo digital: un compromiso consciente, individual, profesional y colectivo de habitar la tecnología con mirada crítica y humanista. Significa recordar que detrás de cada clic late una persona, y que nuestras decisiones digitales deben ampliar oportunidades, dignidad y conexión, en lugar de agrandar brechas o deshumanizar procesos. Se trata, en definitiva, de poner lo digital al servicio de lo humano, y no al revés.


Tres dimensiones inseparables

  1. La dimensión individual: Cada persona tiene la responsabilidad de cuidar su huella digital, de discernir qué comparte, cómo interactúa y de qué manera contribuye a un espacio digital más sano, accesible y respetuoso.
  2. La dimensión profesional: Quienes acompañamos a otras personas -en la orientación laboral, en la educación, en la intervención social- tenemos la tarea de integrar lo digital de manera ética, crítica e inclusiva. No basta con enseñar a usar herramientas: necesitamos sembrar criterios, valores y competencias que permitan navegar en un océano digital sin perder la brújula.
  3. La dimensión colectiva e institucional: Las organizaciones y administraciones deben asumir la responsabilidad de garantizar accesibilidad, transparencia y sostenibilidad tecnológica. Hablamos de decisiones que afectan a miles de personas: desde cómo se diseña una plataforma hasta cómo se gestiona la privacidad de los datos o se facilita la alfabetización digital.

Ejemplos que lo aterrizan

  • Una orientadora laboral que introduce la IA en sus procesos, pero no olvida que la confidencialidad y la escucha atenta son insustituibles.
  • Una entidad que no solo ofrece talleres digitales, sino que adapta materiales para personas mayores, migrantes o con discapacidad.
  • Una empresa que, más allá de la productividad, impulsa una cultura digital donde cada persona comprende su papel en la ciberseguridad y en el uso responsable de datos.

El riesgo de mirar hacia otro lado


Cuando la responsabilidad sociodigital no se asume, las consecuencias son claras:

  • Las brechas digitales se convierten en abismos.
  • Los procesos se deshumanizan.
  • Las decisiones quedan en manos de algoritmos que no rinden cuentas.

Haz tu parte en todo esto


La responsabilidad sociodigital no es un concepto abstracto: es un camino que recorremos cada día con nuestras elecciones, grandes y pequeñas. Requiere valentía para cuestionar, criterio para discernir y sensibilidad para cuidar.

Quizás la gran pregunta no sea qué nos ofrece lo digital, sino qué ofrecemos nosotras y nosotros a lo digital.

¿Estoy contribuyendo a un mundo más justo cuando utilizo la tecnología?
¿Estoy ayudando a que otras personas se sientan incluidas y empoderadas en este entorno?
¿Estoy recordando, en medio de tanto ruido, que detrás de cada clic hay un ser humano?

La responsabilidad sociodigital es, al final, un pacto con nuestro presente y con el futuro que estamos construyendo juntas y juntos.

jueves, 21 de agosto de 2025

¿QUÉ FUE ANTES, LA NECESIDAD O LA HERRAMIENTA?

En el mundo digital convivimos con una paradoja muy humana: a veces somos nosotras quienes buscamos la herramienta que nos ayude a resolver un problema concreto, y otras veces es la herramienta la que nos inspira a hacer algo que ni siquiera se nos había pasado por la cabeza.

Es como caminar por un bosque. Hay días en que sales con una dirección clara: sabes que quieres llegar al río y necesitas un puente para cruzarlo. Entonces buscas la aplicación, la plataforma o la inteligencia artificial que te acerque a tu objetivo. Esa herramienta es puente, es camino, es soporte.

Pero hay otros días en que sales a caminar sin rumbo fijo, y de pronto te topas con un claro que no esperabas, con una flor desconocida, con un sendero lateral. Ahí aparecen las herramientas que, al descubrirlas, nos despiertan ideas nuevas: un recurso que no sabíamos que existía y que abre una posibilidad distinta, una pregunta inédita, una forma nueva de mirar la realidad.




Dos caminos, dos riesgos

Ambos recorridos son válidos y necesarios. El problema surge cuando los vivimos en automático:

  • Si solo partimos de la necesidad, podemos caer en la ilusión del “software salvador”: buscar desesperadamente la app que nos solucione la vida, delegando en ella más de lo que deberíamos. Eso nos lleva a frustraciones y a llenar el móvil de herramientas que apenas usamos o guardar enlaces y vídeos en la carpeta de “mirar después”.
  • Si solo nos dejamos arrastrar por las herramientas, corremos el riesgo de caer en dinámicas poco conscientes: acumular plataformas, probar por probar, vivir en la moda digital del momento, sin haber reflexionado antes qué sentido tiene para nosotras o para quienes acompañamos.

En un caso nos falta perspectiva; en el otro, nos falta propósito.

 

El para qué como brújula

La clave, una vez más, está en el para qué. No se trata de elegir entre necesidad u oportunidad, sino de tener claro el propósito que nos guía.

Preguntarse:

  • ¿Qué quiero lograr?
  • ¿Qué facilitaría este proceso?
  • ¿Qué impacto tendría en mí, en mi trabajo o en las personas con las que colaboro?

Cuando las respuestas son claras, la relación con lo digital cambia de raíz. Ya no se trata de usar herramientas por obligación, ni de seguir tendencias porque todo el mundo habla de ellas, sino de elegir con criterio.


Responsabilidad sociodigital como marco

Ese criterio que necesitamos no nace de la nada: se cultiva. Y ahí entran en juego las competencias sociodigitales, que van más allá de saber manejar herramientas.

Hablamos de pensamiento crítico para distinguir la novedad del humo, de comunicación digital responsable para no propagar sin más lo que se viraliza, de creatividad con propósito para adaptar cada recurso a nuestra realidad, y de visión ética para no perder de vista el impacto colectivo de lo que hacemos.

La responsabilidad sociodigital no significa tener todas las respuestas, sino hacernos las preguntas adecuadas antes de elegir cómo y con qué tecnologías queremos trabajar. Es, en definitiva, recordar que cada clic también comunica, también educa, también deja huella.

 

Digitaleo con frescura

Hablar de propósito y de responsabilidad no significa que lo digital deba vivirse siempre con solemnidad. También hay espacio para la curiosidad, para el juego y para el ensayo-error. Ahí es donde aparece un concepto que ya sabéis que llevo mucho tiempo usando, medio en risa, medio en serio: el digitaleo; ese enredar fresco con la tecnología, probar por tu cuenta, equivocarte, descubrir atajos y novedades a base de explorar. El digitaleo es exploración viva, aprendizaje natural, la forma más humana de domesticar una herramienta nueva.

El digitaleo es en realidad la semilla de la confianza digital. El verdadero riesgo llega cuando confundimos esa frescura con el coleccionar sin sentido.

 

Innovar no es acumular, es integrar

La verdadera innovación no está en usar mil aplicaciones distintas ni en ser la primera en probar la última IA del mercado. Innovar significa integrar lo digital con sentido en nuestras prácticas diarias, de manera ética, creativa y transformadora.

En cambio, (y al rabia que -me- da) basta mirar las redes sociales para ver cómo se viralizan publicaciones con listados numerados de “las 10 apps que cambiarán tu vida” o “las 7 herramientas que no conocías”. La paradoja es que, muchas veces, esos listados ni siquiera han sido probados por la persona que los comparte; probablemente han sido redactados por otra inteligencia artificial que hace recopilaciones automáticas. Y, sin embargo, funcionan, porque hay mucho fan del ranking, de la acumulación, de la idea de que más es mejor. [También funcionan por determinados sesgos cognitivos que he estado curioseando, pero da para otro post, somos súper básicos, tío.]

Ese fenómeno de acumular cosas que yausaré, podríamos llamarlo tecnocoleccionismo, y nos lleva a acumular herramientas como si fueran cromos digitales, aunque luego jamás volvamos a usarlas. Para mí, es pura apptitis: esa “inflamación” de acumular aplicaciones solo por tenerlas, sin integrarlas en nada real.

El problema es que esa dinámica no fomenta criterio, sino consumo digital compulsivo. Nos convierte en coleccionistas de aplicaciones, en lugar de en usuarias con propósito. ¿Cuántas de las apps que guardaste en un listado usas de verdad hoy en tu día a día? (Lo mismo que todas esas recetas que guardaste y no has vuelto ni a mirar).

Porque un calendario digital puede ser una simple agenda, o puede convertirse en la pieza que sostiene un proyecto colaborativo. Una IA puede ser un entretenimiento pasajero, o puede ayudarnos a analizar datos que nos permitan diseñar una intervención social más justa.

Lo que marca la diferencia no es la herramienta en sí, sino la mirada que ponemos en ella.

 

Un viaje circular

Quizás la respuesta a la pregunta inicial (¿Qué fue antes, la necesidad o la herramienta?) no sea elegir un lado u otro, ni necesidad ni herramienta, ni conciencia ni práctica. En realidad, el aprendizaje digital se parece más a un viaje circular: a veces empezamos desde la urgencia de una necesidad y llegamos a descubrir herramientas que la resuelven, y otras veces es una herramienta la que nos provoca preguntas y nos despierta conciencia crítica.

Lo importante es no quedarse atrapada en un único punto de partida, sino moverse entre ambos polos, transitando de la práctica a la reflexión y de la reflexión a la práctica. Ese ir y venir es lo que verdaderamente entrena las competencias sociodigitales y convierte lo digital en algo con propósito.

 

Te invito a:

Quizás la próxima vez que tengas una necesidad, antes de lanzarte a Google para buscar “la mejor herramienta para…”, haz un alto y piensa: ¿Qué es lo que realmente necesito?

Aunque, seamos sinceras, ya casi nunca lo buscamos en Google: ahora lo habitual es preguntarle directamente a una IA (normalmente Chat GPT) y esperar una lista mágica.

Pero ahí también estamos perdiendo una oportunidad de oro de desarrollar el pensamiento crítico: cuando usábamos Google, al menos nos obligábamos a leer varios resultados, a comparar fuentes, a contrastar antes de decidir cuál respondía mejor a nuestra curiosidad o necesidad del momento. Con la IA, en cambio, solemos dar por válida una única respuesta. Y ese es un terreno peligroso, porque ninguna IA es 100% fiable ni lo será jamás: detrás de cada una siempre hay intereses creados en función de quién la entrena, de qué datos se alimenta y de quién es su dueño. Esto también pasa con los buscadores y el posicionamiento, pero, al menos, teníamos la “ilusión de la libre elección” y entrenábamos nuestro propio cuestionamiento.

Por eso, la brújula no está en el escaparate digital, ni en Google, ni en la IA de moda, sino en tu propósito, en tu “para qué”. Las herramientas son medios, no fines. Pueden ser potentes compañeras de viaje, pero no sustituyen la lucidez de preguntarte primero qué camino quieres recorrer.