A veces me pasa que, a determinadas personas, les cuesta creer que de verdad soy de verdad, y entonces creen que simulo la veracidad con destreza, pero irremediablemente interpretan que interpreto un realismo teatralizado. Si te has enterado de algo, olé.
Supongo que, por eso, hace poco alguien me dijo “eres tan de verdad que asustas”.
Cuando alguna actividad me apasiona, personal o profesionalmente, o una experiencia me despierta sensaciones que me hacen vibrar, que me reubican, o conecto con personas que son (y me hacen sentir) magia, intento contar la parte que vaya a compartir más o menos enseguida, para no perder la impregnación emocional y volcarla de la manera más fiel y fidedigna posible, sin el filtro del tiempo y la perspectiva, sin las cortapisas de la reflexión y la racionalización del qué dirán profesional. Porque eso sería menos yo, y sobre todo, yo quiero ser más yo, no menos.
Porque me da igual que un sábado a las tres de la tarde lo vaya a leer menos gente, si es más verdad. Porque no lo dejo programado para después; lo siento ahora, lo comparto ahora; las emociones son en directo, solo pueden ser en vivo, porque estamos vivos ahora, no después.
Y entonces, vengo de un evento que me ha desbordado de cosquillas y personas, de rincones y curiosidad, de aprendizajes y satisfacción profesional, y escribo, comparto, reparto y despliego afectos, tal como vienen, me recorren, caen en líneas de texto y ya no me pertenecen. Si hay personas que me han hecho sentir así, son suyos. Nuestros, al menos.
“Eres tan de verdad que asustas”, me llega al móvil tras compartir tres días de larismos y una publicación que compila Amorientación, Humorientación y agradecimiento. Y me remueve, para bien. Y para regular.
¿Tan enrarecido está el ambiente que ser de verdad asusta? ¿Seré “demasiado de verdad”? ¿Es la palabra “intensita” el nuevo “histérica” que descalifica el ímpetu emocional y, principalmente si estamos en el entorno profesional -y dobla la apuesta si eres mujer-? ¿Choca que alguien sea coherente, entregada, entusiasta y maja? ¿Se siguen esperando gurús en pedestales para que la vaina chirríe menos, cuando debería chirriar más?
En realidad, es uno de los cumplidos, halagos, comentarios, más bonitos que me han dicho en mi vida. Porque, por definición, no sé ser de otra manera. No se puede impostar la verdad. Y un día me di cuenta de que tenía la enorme suerte de que no me hiciera falta hacerlo de otra forma, que mi ‘ser yo’ encajaba perfectamente con mi objetivo-hacer, así que, menuda fortuna cósmica o whatever.
¿Acabas haciendo lo que se te da bien, siempre buscando mejorar, o se te da bien lo que eliges porque la práctica te va dando tablas? ¿O hay una combinación perfecta y en equilibrio entre ambas opciones, que hace que la magia se cuele por las grietas de la realidad cotidiana, haciéndote crecer y guiñando un ojo al destino mientras te dejas la piel con la autoexigencia? Te has quedao to loco con esta última frase, yuxtapuesta por lo menos.
Y quiero recuperar, para hacerle justicia a lo etéreo de la creación y creatividad artificial, una frase absolutamente remarcable del post anterior, que por muy escrita por máquinas que fuera, es definitivamente gloriosa: “La autenticidad implica discernimiento y sabiduría para decidir cuándo y con quién abrirnos. Es importante establecer límites saludables y respetar nuestra privacidad, al tiempo que cultivamos relaciones genuinas basadas en la confianza y la honestidad.” Brutal o qué. Ni con toda mi verdad podía mejorarla, ni expresar lo de acuerdo que estoy sin rescatarla. Reitero que esta redacción artificial, coincide con mi natural opinión sin matices que añadir.
Y es que, para mí, no hay autenticidad sin altas dosis de naturalidad. Recuerdo cuando me debatía entre modular mi naturalidad o dejarla correr, cuando dudaba si decir tacos era profesional, cuando me pensaba dos veces si esa idea de última hora, algo descarada, debía ser incorporada o no. Duró poco, muy poco ese debate interno. Para mí solo había una opción y se abrió camino sin esfuerzo, imponiéndose desde bien temprano. ¡Y cómo lo celebro!. Incluso los momentos “no filter”. Es que los necesitamos en este mundo de efectismos, de conchis de fin de semana, de frases impactantes vacías y de pocos abrazos de más de siete segundos.
Porque mi naturalidad es cariñosa, mi autenticidad es regañona, mi directo es con risas y afectos, mi verdad es tierna y vinculante, y me encanta que sea así. Y quiero más verdad alrededor. Y cuando las ‘personas verdad’ nos encontramos, nos reconocemos, y es explosivo, increíblemente divertido y reconfortante.
Así que, gracias por esa frase que me ha marcado bastante, sobre todo porque vino de alguien MUY MUY de verdad, bonita y del gremio de las que sentimos lo que hacemos, y sentimos que lo que hacemos tiene sentido y un lugar especial en el mundo, y nos llena cada día nuestra misión. Gracias por recordarme que es ahí. Seguiremos asustando en este contexto de emociones efímeras, que al menos el susto de la verdad nos haga parar un momento y tomar perspectiva, para bien, siempre.
Gracias, de (con) VERDAD.