¿Recuerdas lo difícil que fue cambiar
aquella primera impresión del sitio al que llegaste y te recibieron regul?
Acoge bien a cada persona que te llegue, y no tendrás que trabajar en demostrar
que se equivocan juzgando tu mala atención.
Acaba de entrar un colaborador
habitual por la puerta de mi oficina, es una persona mayor, y al acercarse a
saludar me ha dicho –Eres la persona más feliz que conozco, siempre estás
sonriendo cuando llego, siempre. Sólo se me ha ocurrido contestar: todo el que
entra por esa puerta, Pepe, merece ser recibido con una sonrisa. No sabía muy
bien qué decir, porque sus palabras me habían emocionado un poco, y tenía miedo
de que notase que me había conmovido, y quería responder ágil, y terminar el
saludo para reflexionarlo a solas.
Me ha hecho pensar bastante; me
suelen decir cosas así, y lejos de tomarlo como un súper halago, me apena pensar
que si esa actitud de acogida que para mí es tan natural, llama tanto la
atención, es porque no es muy habitual.
Trabajamos con personas desempleadas, con todos las
connotaciones que ello puede conllevar en muchas ocasiones: desánimo, indolencia,
desorientación, desmotivación,… no siempre, pero a menudo es así. ¿Y cómo vas a
recibirles? ¿¿sin levantar los ojos del teclado?? Bueno, pues haberlo, haylo.
Porque nos lo verbalizan. ¿De qué vas? Si no te nace una sonrisa acogedora, vete
a la trastienda, coño. O a hacer un curso de modales y atención al público.
Cutre.
Hace un tiempo, mi familia y yo
pasábamos bastantes temporadas en hospitales, siempre de la sanidad pública.
Resalto esto porque parece que es el personal que más razones tendría para
estar reguleros, pero no. Cuando volvíamos a casa con el alta médica, muchas
eran las veces que comentábamos aquello de -¿Y cómo dirá le gente que le tratan
mal en el sistema sanitario? Si nosotros no podemos decir ni pío, qué amables
todos, desde el jefe de especialidad, hasta el vigilante de seguridad,
auxiliares, enfermería o limpieza. Solíamos además, agradecer a todos cuanto
podíamos, precisamente, esa amabilidad antes de marcharnos, incluso a veces
después con algún detalle, verbalizando de nuevo aquello de ‘cómo dirá la
gente…’. Hasta que una de las veces, una de las auxiliares nos contestó: lo que
obtienen los pacientes es un reflejo de su propia actitud, si tenéis la
sensación de haber sido bien tratados, es porque vosotras habéis sido pacientes
simpáticas y compresivas. Fue bastante revelador.
Así que hay que intentar que eso sea
así. Que siga siendo así. Más allá del “trata a los demás como te gusta que te
traten a ti”. Simplemente, trata a los demás bien, leche. Estás cara al
público, a un público muchas veces desfavorecido, en un momento de
desubicación, de dificultad, que el 90% de las veces entra por la puerta para
solicitar algún tipo de ayuda o apoyo. Hazle sentirse bienvenido. No es tan
difícil.
Varias compañeras y yo, por ejemplo,
sin grandes despliegues, intentamos cosas tan sencillas como: un buen ambientador,
que al entrar las personas piensen y a veces digan –uy, qué bien huele aquí; y
tener una temperatura acogedora que responda a una mejoría respecto al clima
exterior; Y carteles de colores que animen la vista; También, por ejemplo,
colgamos por la oficina varios letreros positivos de los que puedes llevarte un
trocito que te ofrece “un pensamiento alegre para hoy” o “coge una sonrisa” o
“llévate un cumplido, para ti o para otros” (os dejo una recopilación aquí);
Y ofrecemos caramelos si vienen con peques [y si no, también ;) ]. Pero nada de
eso tiene sentido, si no va acompañado de una actitud personal de bienvenida a
cada persona que atiendes, aunque solo entre a preguntar dónde hay un fotomatón
por aquí cerca. El conjunto del talante de acogida y el ambiente generado,
hacedme caso, surte un efecto inicial que puede inclinar la balanza de la
intervención hacia un lado (hermoso) u otro.
Y de verdad, que me produce una
profunda tristeza escribir esto, que parece que intento dar consejos, que no
era la intención inicial, aunque repasando, me lo parezca. Porque veo que, por
desgracia, tiene cabida este texto. Que para muchos son pautas básicas y
mínimas de atención, pero que sigue haciendo falta, por lo visto, sugerir,
recordar o difundir. Aunque como pasa tantas veces, sospecho que seguramente
llegará a las manos y ojos que menos lo necesitan, que asentirán al leerlo y
pensarán en alguien a quien le vendría bien echarle un vistazo, pero mandárselo
sería probablemente yermo, o peor, contraproducente.
Y que oye, todos podemos tener un mal
día. Pero uno, no te pases. Sonríe.
Sonríe, que probablemente el que
viene en tu busca, tiene el día peor, y puede que tu sonrisa, sea el punto de
inflexión.
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