Las primeras veces profesionales son excitantes. Hay
eventos laborales que al pasar el tiempo recuerdas, e incluso compartes, que se
forjan en la mezcla entre la ternura y un entusiasmo casi pueril. Y un poquito
de miedo. Y es fascinante recuperarlos.
…Como cuando descubres por ‘casualidad’
tu vocación al asistir a charlas de
búsqueda de empleo siendo recién titulada, y te dice la orientadora –¿Tienes
claro a qué quieres dedicarte? Y de pronto te nace la respuesta – A lo mismo
que tú. Y toma sentido que no entraras en aquella
otra carrera sino en psicología unos años atrás.
…Como cuando había mogollón de
trabajo (soy viejoven!) y decides que te vas a presentar a todo lo que te pille
cerca, porque no hay mejor entrenamiento
en procesos de selección que pasar por procesos de selección. Y acudes a
entrevistas para recepcionista, teleoperadora, frutera, profe de apoyo, y otros
puestos variopintos solo por ejercitar. Y mola.
…Como cuando, tras coincidir con
las personas adecuadas en un curso de formación específica, una de ellas decide
apostar por ti en la empresa que
trabaja, para cubrir su baja de maternidad como técnico en orientación laboral,
y vas y lo haces bien, y te encanta, y al finalizar su baja deciden quedarse
con las dos. Es tu primer trabajo “de
lo tuyo” y te das cuenta de que realmente estás donde tienes que estar, y que
ESE va a ser EL camino. Aquella fue también la primera vez (de muchas) en la que alguien fue capaz de ver en mí
cosas que yo no veía.
… O como cuando entras a un nuevo trabajo, en un proyecto nuevo, en
una nueva entidad o empresa, que casi te teletransporta a cuando empezaste en
insti o la facul, y solo pensabas en encajar. Y te preguntas, madre mía, ¿cómo
trabajará esta gente? ¿se ajustarán mis enfoques, mis formatos, mis flipadas?
¿qué me aportará su bagaje, qué aprenderé de mis nuevos compañeros? Y todo se acaba
acoplando, pero esos primeros días, ay, cuanta expectación y cuanta sonrisa
asintiendo que escondía un no entender nada…
… Como cuando ves a un usuario,
participante, ‘cliente’, por primera vez, y te atreves a aventurar por dónde va
a ir el recorrido juntos. No hablo de prejuicios, sino de enigma, curiosidad,
adivinanza, intuición. Y meses o años después, recuerdas: la primera vez que te vi, en aquella primera entrevista supe que o creí que… y acertaste (sonríes
autocomplaciente) o fallaste (muchas veces te alegra profundamente haberte
equivocado…).
… Como cuando impartes por primera vez un taller de
motivación y búsqueda de empleo. Y te preguntas ¿pero qué voy a ofrecerle yo a
estas personas? Y después te das cuenta de que el aporte es mutuo, y que si no
hubiera crecimiento conjunto, no habría evolución. Y que te va a pasar cada primer día con un grupo-clase
nuevo, igual de inquietante, igual sensación de nueva aventura. Desafío extremo
CADA VEZ. Y cada grupo que dinamizas, cada persona que acompañas, conforman un
máster que no hay universidad que lo acredite ni dinero que lo financie.
… Como cuando, por primera vez,
alguien te mira a los ojos y desde el alma te dice que le has cambiado la vida. Y tú le devuelves el
control y le recuerdas que la única persona que puede hacer eso es él mismo;
pero insiste en el agradecimiento, y tú te dejas querer, porque esa primera vez es el punto de inflexión (y de no retorno) en
tu trayectoria profesional, y en adelante sabrás que hay que aceptar el
cumplido, ya que esos momentos serán los que te recuerden siempre por qué
sigues ahí, y por qué te enganchan todas esas primeras veces.
Foto: Unsplash
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